06 octubre 2007

ZEUS

A partir de hoy ire dejando en esta sección pequeñas historias que he leido y que me gustaría ir compartiendo con todos vosotros y que por un motivo u otro han ido dejando una huella en mi. Esta primera está escrita como colaboración en un periódico local, por una chica que era concejal , y que en esta última legislatura ya no lo es, del Ayuntamiento de Lepe, ¿ será por algo?, que no hace mucho fue portada de todos los informativos por haberse atrevido a mostrar su cuerpo desnudo por algo en lo que ella cree, la naturalidad, y como veran es al go más que un cuerpo desnudo. Esta chica e mi entender esta llena de ternura, o al menos eso es lo que yo he sacado de esta historia. Mi solidaridad y mi apollo a esta chica. ZEUS Por Mª Dolores Jimenez En la ventanilla de un tren iterminable de esos que cruzan por la mirada y que nunca parecen llegar a su destino, se reflejaba en la carita redonda y mojada de Zeus que había estado durante todo el trayecto yendo y viniendo por el vagón, subiendo y bajando de su asiento, jugando con esto y lo otro. De vez en cuando lloraba cansado porque quería llegar ya. Sus padres demostraban una paciencia estoica. “mira por la ventana, Zeus. Mira los gatitos”, le decía Mariano. “ No los veo””¿no los ve?. Mira bien, hijo, están ahí”” no los veo papa”. Se han escondido todos”. Mariano, el padre, tenía una voz de la que mecen, de las que reman, de las que si cierras los ojos y simplemente la escuchas te hacen navegar entre las palabras, a toda vela y sin amarra alguna. Monte tenía la voz dulce, dulce. Monte si mirabas y si no mirabas, tenía voz de madre, de faro, de vigía. Mariano y Monte tenían voces que ven y que hacen ver. En el vagón, Zeus y sus padres no pasaron desapercibidos, porque Mariano y Monte ( creo recordar que así se llamaban), son ciegos de ojos. Quizás por eso escogieron para su hijo el nombre del dios de la luz, de la lluvia y de los vientos, de las tormentas y de las estaciones, de la noche y del día. En vagón, todos los mirábamos, con la impunidad absoluta que da la certeza de no ser visto. Algunos viajeros cruzaban miradas entre ellos e incluso palabras en voz baja, “ pobrecito el niño, demasiado bien se porta con lo que tiene encima”. Mirar para no ver. Pero me gusta pensar, que la mayoría sonreíamos pues teníamos el privilegio, poso frecuente hoy en día, de presenciar un verdadero acto de libertad y de valentía, el de Mariano y Monte que veían con la voz, con los sonidos y con las manos la carita llorosa y curiosa de Zeus buscando los gatitos a través del cristal. En los últimos días estuve leyendo algunos artículos sobre padres ciegos, no me sorprendió encontrar casos de q quienes se les había puesto en duda su capacidad para cuidar de los hijos y que tuvieron que luchar por su custodia. De eso saben mucho que por un motivo u otro son juzgados distintos por una sociedad miope, que no de ojos sino de ideas, que no ve más allá de su propia nariz atascada de alergias a cualquier tipo de diferencia, sea física, racial, o sexual y que mira siempre por encima del hombro. Pertenecemos a una sociedad que desenfoca para no tener que mirar. Desconozco com0o será el día a día de esta familia, como se las arreglan para hacer la compra con el bastón en una mano y el carro en la otra, ni si en casa atan campanitas a los zapatos de niño. Harán, me imagino, como hacemos todos los padres y, a veces, pedir ayuda. Y tendrán, como tenemos todos, un “éxito” futuro incierto como padres. Quizás mañana, Mariano y Monte, sean padres verdaderamente diegos porque no quieran ver, sordos porque no quieran oír, incluso ignorantes porque desprecien lo que puedan aprender de su hijo, o simplemente sean padres ausentes. No lo sé. Quizás hoy no. Hoy no lo son absoluto. Intentan ver, intentan oír, intentan aprender y quieren, quieren mucho. Son padres, nada más. Yo, que veo, a veces como madre, me siento “sola y a oscuras”. “Mira por la ventana”, Zeus, “mira los gatitos”. No los veo” “¿no los ve?”. Mira bien hijo, “están ahí”.

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